Te extrañaba, my dear rutine.

Debo admitir que la rutina me gusta. Sé que cansa, y mucho, y a veces da ganas de dejar todo atrás e ir en busca de otras experiencias (para que después esas experiencias se conviertan en tu nueva rutina). Es algo de lo que no se puede escapar. Puede haber mucha gente que diga "yo no soy rutinario", pero en realidad todos los somos. El simple hecho de despertarse cada día y desayunar es una rutina.

Pero esta no es la misma rutina. Cambié de edificio, de materias y hasta de compañeros. Pensé que esto último me iba a afectar mucho más, pero realmente me di cuenta de que no fue así. Me sentí tan comoda. Al tener a tantas caras que me acompañan desde siempre, sentí que esa era mi aula. Estoy ansiosa por que el pisar cada día el Pomidal se haga mi nueva rutina. Cambiar es crecer, dicen (¡de vuelta con los refranes!). Pero este, de verdad, creo que es totalmente cierto. Tener la capacidad de cambiar sin que nos afecte enormemente es una señal de madurez. Un cambio, por más mínimo que sea, nos hace dar cuenta de que estamos preparados para más. Ojalá, algun día, ese más se convierta en mi rutina de cada día.

PD: Gracias a las dos personas que me aconsejaron ayer! Me dieron que pensar... no todo lo que brilla es oro.